Las expediciones al volcán Misti

A las tres de la madrugada, el frío, la altura y falta de oxígeno pasan factura a dos expedicionarios. Es el segundo día de ascenso al Misti, uno de los volcanes tutelares de la ciudad de Arequipa.

Los guías, encabezados por el andinista Arcadio Mamani, toman una decisión. Ordenan a los afectados volver al campamento, de lo contrario, podrían sufrir un edema pulmonar o cerebral.

A más de 5 mil metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.), la linterna alumbra apenas nuestros pasos. El camino de ascenso que desemboca en la cima es de herradura en zig zag. Se trata de una vía estrecha utilizada desde la época incaica.

Mientras subimos, solo vemos en el horizonte la oscuridad de la noche, así que para hacer más ligero el viaje Arcadio nos cuenta sus experiencias.

Hace más de 20 años, en 1998, este viejo andinista acompañó al arqueólogo Johan Reinhard, el descubridor de la Momia Juanita en el volcán del Ampato. En la expedición al Misti descubrieron seis momias, hoy resguardadas por la Universidad Católica de Santa María. La casa de estudios y la National Geographic financiaron este ascenso, que duró 23 días en la cima.

“Subimos una gran carpa para los 14 que estuvimos de forma permanente. Algo que nunca se hizo”, cuenta Arcadio. Los investigadores llevaron equipos y computadoras. Los hacían funcionar con generadores, baterías renovadas casi a diario con cargadores que iban desde la ciudad hasta la cima. Un panel solar también proporcionaba la electricidad para el alumbrado básico.

Reinhard y sus colegas también hallaron unas ruinas incas, que revelan al Misti como santuario de los antiguos peruanos. “Era el Apu mayor, había que tenerlo contento siempre. Para eso eran los sacrificios”, indica Arcadio.

Nuestro guía no concuerda con la conjetura de Reinhard. Este dijo que las personas eran obligadas a ser sacrificadas en el Misti. “Los incas eran muy religiosos, tenían escuelas donde enseñaban a los niños el culto al dios Sol y los Apus. Pienso que los preparaban para el ritual\”, señala.

Cierra su narración con una anécdota. Un día, uno de los trabajadores de la comitiva le pregunto a Reinhard: “¿Una pizza?”. Llamó por radio a su esposa en la ciudad y mandaron las pizzas por delivery.

Misa en el volcán

Caminamos hora y media más. La oscuridad nos envuelve aún y descansamos al pie de unas rocas. Abajo, se aprecia una pequeña luz, podría ser la del campamento. Allí llegamos el día anterior tras una caminata de dos horas y media por el camino de Aguada Blanca.

El campamento está conformado por ruinas de las anteriores expediciones. Los andinistas lo llaman Mont Blanc, se encuentra a 4 785 m.s.n.m., casi a la misma altura que la montaña más alta de Europa. Pero también tiene el nombre de Campo de Huesos. Allí se encontraron cientos de restos óseos de las bestias de expediciones pasadas.

Los ascensos al Misti se registran desde la época inca, probablemente. A inicios del siglo pasado, ya en la época de la República, se llevó hasta la cima una Cruz de Rieles. Esta figura del catolicismo fue construida en 1900 por seis obreros de la maestranza del ferrocarril, por orden del arzobispo de Arequipa, Manuel Segundo Ballón.

Las piezas de la cruz se subieron a lomo de mulas. La tarea comenzó un día antes, el 20 de octubre de 1900. Según el historiador Antonio Ugarte en su libro El Misti, volcán tutelar de Arequipa, la misa se realizó el 21 de octubre a las 8:30 de la mañana. De forma paralela, 20 mil arequipeños, todos los que habitaban la ciudad en esa época, asistieron a la misa que se realizaba en el distrito de Miraflores.

El fotógrafo Max Vargas retrató a la cruz y sus expedicionarios en la cima.

Pachacútec y Grau

Según Antonio Ugarte, el inca Pachacútec subió entre los años 1440 y 1450 para realizar un pago al Misti. Era una manera de aplacar una posible erupción.

El historiador enumera en su libro varias expediciones. Una de las más importantes la hicieron los astrónomos Solon Bailey y G.A. Waterbury en 1893 para instalar un observatorio meteorológico. Los equipos también fueron subidos a lomo de mulas y utilizaron Campo de Huesos como base para subir los equipos.

Otro personaje notable en estas excursiones fue Miguel Grau Seminario. En 1876, cuando era diputado por Piura y antes de la Guerra con Chile, ascendió al Misti, revela el libro de Ugarte.

Hemos subido ya a casi 5 700 m.s.n.m. y el sol despunta por el horizonte. Son las 6 de la mañana. Al fondo se aprecia la reserva de Salinas y Aguada Blanca, el volcán Ubinas y las represas que proveen agua a Arequipa. También el río Chili ,la planta de generación eléctrica de Egasa, instalada al pie del “hijo del Misti”, un pequeño volcán encadenado por los arequipeños cuando empezó a crecer.

Así lo cuenta Arcadio. Este narra que fue el padre Sanbuesa quien mandó construir estacas de fierro a las que amarraron las cadenas. El objetivo era evitar que el pequeño coloso siga creciendo. “La gente tenía miedo de que el volcán crezca como el Misti y salga su furia. Pensaban que era la boca del diablo”, explica nuestro guía.

Tras unos minutos de descanso y unas fotos con el fondo del Chachani y el Sabancaya, continuamos con lo poco que falta para llegar a la cima, a los 5 825 m.s.n.m. El último tramo es una subida en zig zag que parece nunca terminar. A las 7:30, luego de más de 6 horas de camino, llegamos y tocamos la cruz. Sea o no creyente, hay que dar gracias al Apu Misti y a Dios por dejarnos llegar sanos y brindarnos la vista maravillosa de la ciudad y el resto de las tierras que nos rodean.

Las otras rutas de ascenso

Para subir al Misti hay hasta 4 rutas distintas. La primera es la ya descrita y que empieza en las faldas del Misti por la reserva de Salinas y Aguada Blanca. Otra es la de Chiguata, que puede hacerse hasta en un solo día. Es la más ligera. Y la última conocida es por la cara frontal hacia la ciudad, que empieza en el distrito de Alto Selva Alegre. Por esta se realiza la competencia de ascenso al volcán de todos los años y es la más dura porque es empinada.

Pero Arcadio Mamani cuenta que existe una cuarta ruta que empieza por el distrito de Mariano Melgar y luego se junta con la ruta de Chiguata. Esta cuenta con ruinas incas, que están destruidas debido a que es usada por algunos jóvenes en Semana Santa.